Hoja nº 2 de mi cuaderno de bitácora
Los acontecimientos se desarrollan normalmente, es decir, más bien no hay acontecimientos: salió el sol a la hora prevista, 6.01 a.m. y según todos los indicios ( y si las condiciones son favorables) se pondrá a las 6. 08 p.m., cosa que sucederá hasta el día 20 en que ambas cosas sucederán un minuto antes. Así que veo el tiempo pasar todo el día y si tengo alguna duda miro el calendario, que es como un monitor en el que no falla ninguna apreciación porque es una máquina sin sentimientos: no tiene tiempo subjetivo. Lo mismo que el esclavizado por el trabajo, que sus límites vitales están entre el principio y el final de la tarea: supongo que éste es el sentido de las vacaciones, la ausencia de límites en el horizonte de acontecimientos, por tanto si no hay acontecimientos tampoco hay vacaciones. Parece que para tener unas vacaciones interesantes, los acontecimientos dignos de señalar hay que provocarlos. Pero ¿con qué medios? Veamos, para situar un horizonte de acontecimientos en el espacio tenemos la bicicleta, el coche, el tren, el avión y el barco. Algunos eligen medios de transporte aparentemente más sofisticados y que a menudo no conducen a ninguna parte, como el parapente o el ultraligero. Bien. Yo he elegido el más simple: la bicicleta, y los acontecimientos de ayer fueron que se salió la cadena y se soltó el manillar en plena marcha hacia la subida a un volcán extinguido hace un millón de años. Por lo demás , en la cima hay unas ruinas de adobe llenas de basura: hice un gran esfuerzo subiendo la cuesta para nada más desolador.
Otros prefieren forzar condiciones favorables para que se produzcan acontecimientos en el tiempo: a la una del medio día van a beber cerveza al baile del vermú, situado en la Plaza Mayor o a las once a la feria donde hay un ruido ensordecedor, de manera que al salir de ella el tiempo parece haberse detenido o ser otro. Habrá que estudiar este fenómeno. Una modalidad mixta puede ser la lectura, pero no sé de nadie cercano que esté leyendo un libro, sino yo mismo que ando con el Zorro adolescente de Isabel Allende por Barcelona y California, libro sujeto a la servidumbre esclavizante de las novelas de encargo. Además, en el caso de la lectura , los acontecimientos son ficticios, están escritos de antemano (en el sentido bíblico y literal) y si son producto de una estimulación de la imaginación del lector producen cierta decepción al dejar de leer.
En fin, que llenar una hoja del cuaderno de bitácora es complicado por falta de material. ¿No podría yo aspirar sin ser demasiado pretencioso a que me sucediera algo realmente digno de reseñar por escrito como aquel acontecimiento maravilloso en que Aureliano Buendía ya casado con Úrsula Iguarán conoció el hielo? Por favor.