Friday, April 06, 2007

La república de las gallinas o Esplendor y ocaso del gallo Tadeo



En mi casa tenemos un corral de gallinas. También tenemos almendros, pinos piñoneros, chopos y setos, membrillos que mi padre cambia por patatas o por lo que sea y un laurel gigante que parecería la torre de la iglesia si mi casa fuera una iglesia. También tenemos una piscina y un horno para asar cordero de Segovia, que según parece, este cordero sólo se puede comer si se asa en ese horno y se reúnen quince o veinte personas. Supongo que también tenemos donde dejar las bicicletas y los juguetes por ahí tirados sin que molesten mucho porque no nos dan demasiado la lata con eso de recogerlo todo. Pero lo más importante de todo es el gallinero. Me han dicho los mayores que las gallinas tienen una organización social y política parecida a la de las personas y que antiguamente, una república era cualquier organización útil para mantener la paz y la concordia. Por eso quería yo hablar de la república de las gallinas; porque como ya soy un poco mayor, me he dado cuenta de que en mi casa tenemos una organización sí, pero no parece que sea como la de las gallinas. Nosotros funcionamos de otra manera, creo.

Resulta que en mi república de las gallinas, o sea en mi corral, hay diez o doce gallinas y dos gallos. Son los gallos de la saga de los Tadeos, o sea Tadeo padre y Tadeo hijo que a su vez han sido hijos de otros gallos que por comodidad nuestra también se llamaban Tadeo. Es que, cuando un gallo es todavía jovencito se le distingue bien de su padre y se puede llamar tranquilamente Tadeo hijo, pero cuando se hace mayor ya no es tan fácil, porque aunque las gallinas viven con nosotros no vivimos juntos, y las relaciones son distantes aunque cordiales. Como sucede que sin que tenga yo una explicación coherente hasta ahora , uno de los dos desaparece, siempre queda otro que, como es natural, pues se llama Tadeo. Así que siempre hay como mínimo un Tadeo. La saga de los Tadeos.

El problema es cuando hay más de uno y esta es la cuestión que relaciona la república de las gallinas con la necesidad aparente de la existencia en mi corral de un solo Tadeo.

Por lo que he podido colegir hasta ahora y he consultado todas las fuentes a mi alcance y espiado conversaciones y movimientos, todo parece indicar que no puede haber una república gallinácea con más de un gallo, llámese o no Tadeo, que esto a todas luces es irrelevante . Las pruebas más contundentes las he reunido en mis últimas observaciones. Sucedió que mientras Tadeo hijo andaba casi por al año de edad le creció una cresta roja y enhiesta como la de mi hermano mayor y se le iluminaron las plumas de las alas con irisaciones de los siete colores. Además, la cola se le extendió como un abanico negro y se dispuso a usarla para emitir señales como las coquetas de antaño según dice un manual antiguo de relaciones sociales que tiene madre en un arcón. Pero lo mejor de todo es que le aparecieron en las patas unos lindos espolones parecidos a los del velociraptor que tengo en mi baúl de dinosaurios, monstruos galácticos y héroes de la maldad cósmica. Este último hecho no carece de importancia porque noté que usaba los espolones con gran destreza para doblegar a las gallinas más jóvenes cuando Tadeo padre estaba distraído picoteando por aquí y por allá. En estos casos, dejaba su recreo con gran alarma de revuelos y carreras y perseguía con saña a Tadeo hijo por campo abierto hasta debajo del seto o allá donde se escondiese y le propinaba unos buenos picotazos en la cresta. La situación se prolongó algunas semanas con evidente menoscabo de la paz y orden republicanas: unas veces parecía que habíamos sufrido un ataque de alguna zorra de la Atalaya y otras que se había eclipsado de pronto el sol, tal era el griterío que organizaba el coro de gallinas ante la violenta desatada. No tengo bien contrastado este último dato, y espero que no sea fruto de mi malevolencia, pero hay indicios de las gallinas asumían con cierta complacencia la rivalidad entre Tadeo hijo y Tadeo padre, sobre todo cuando aquél plantó cara en campo abierto a su padre y se enfrentaron dando algunos saltos al aire sin llegar a las manos, quiero decir a los espolones.

Parece ser que, según se explica en la clase de cono, ninguna organización social es totalmente autónoma: al lado hay otras, como mi familia, que se ven afectadas por algo que mi seño llama el efecto mariposa. Yo no sé que tendrá que ver, pero ante tamaño desorden en el gallinero mi padre, que según me enseñan sería algo así como el departamento de exteriores del estado dominante, aprovechando que nos visitaban los abuelos decidió intervenir en la regulación política de la república de las gallinas de una manera aparentemente incomprensible: comeríamos arroz con pollo. Aprovecho para decir que las relaciones causa - efecto en el mundo de los mayores no se producen igual que en la clase de conocimiento del medio. Allí los ejemplos están bastante claros aunque a veces vengan cogidos por los pelos, pero en el mundo de los mayores se requieren observaciones más amplias que ayuden a sacar conclusiones que, sin embargo, no siempre resultan evidentes. En resolución, que para comer arroz con pollo, mi padre atrapó con una sacadera de su equipo de pesca a Tadeo padre, lo metió en un saco infamante como un delincuente ya ejecutado y con esta sencilla aunque lúgubre ceremonia fue destronado o destituido como pontífice máximo. Naturalmente esto implicaba la ascensión automática al poder supremo de Tadeo hijo. Pero en el mundo de los mayores las cosas no son tan sencillas. Cuando mi abuela se acercaba al saco con una balde de aguar hirviendo para proceder al procesamiento del cuerpo de la víctima, Tadeo padre, de un salto más que notable se escapó del saco y corrió a esconderse entre el seto. Cundió la desolación por la cocina aunque me consta que algunos, y juro que yo no fui uno de ellos, se alegraron de la perspectiva de que la intendencia familiar tuviese que optar por llamar a telepizza para solucionar el problema.

Una organización política con experiencia y buen hacer necesita recurrir en estos casos a tácticas y estrategias para conseguir sus fines. Nosotros somos gente civilizada, no como otros que las primeras acciones que se les ocurren son las más devastadoras. La situación no aconsejaba declarar proscrito a Tadeo Padre y que allá se las hubiesen los aliados ni mucho menos invadir el gallinero inocente. Las gallinas fueron liberadas del gallinero para que campasen a sus anchas y atrajesen fuera del seto a Tadeo padre. Pero este, que sabía más por viejo que por gallo, hizo la vista gorda ante las provocaciones que Tadeo hijo le infería sometiendo en su presencia y hasta el atardecer a cuantas gallinas quiso. Sin embargo cuando empezaron a retirarse hasta el gallinero, Tadeo padre empezó a dudar. No soportaba que Tadeo hijo organizase la retirada y acomodación de su feligresía en los palos del gallinero sin ambages y se aprestase a pasar la noche en un lugar preferente: su lugar. Así que bonitamente, salió del seto, dio unas cuantas vueltas como disimulando y, ya cerca del gallinero, emprendió una carrerita muy digna y se colocó en su puesto de mando. Justo en ese momento le cayó encima por segunda vez la sacadera y le llegó el doble ocaso: el del día y el de su esplendor de gallo patriarca. Yo me llamo Genaro y a mi seño de Cono no le puedo contar estas cosas porque dice que divago.