Saturday, June 21, 2014

Al principio fue el caos

Al principio y al final fue el caos


 A mis mejores y peores alumnos

Las primeras palabras de El Génesis  hablan de que al principio fue el caos.  Por eso se llama el Génesis. Lo que no dice es que después y ahora y siempre sigue siendo y será el caos.  Ordenar el caos es una actividad que se arrogaron los humanos en el momento en que tuvieron el cerebro suficientemente grande.  Esta arrogancia le molestó mucho a dios y la calificó como pecado de soberbia. Y nos echó del paraíso. Y es que lo es,  pues no es  cosa baladí; ordenar el caos,  nada menos, hay que tener cuajo para semejante tarea.  ¡Fuera de aquí! Nunca más podréis disfrutar de la sombra del árbol de la ciencia , dijo.  Pero bueno, sois  mentecatos y tercos y si queréis trabajar en esto, en descifrar 
la fórmula para ordenar el caos, os daré el pensamiento.  Allá vosotros. Y nos fuimos del paraíso con la única fibra textil del pensamiento que nos permitió tejer el vestido de la inteligencia.  En los primeros pasos que dimos supimos que el caos consiste en que cada cosa ocupa un lugar y el principio de orden es saber cual es el lugar de cada cosa. Esto es lo que llamamos ciencia. Saber por qué cada cosa ocupa un lugar y no otro es la filosofía y finalmente,  admitir  que ordenar el caos no es asignar lugares nuevos a cada cosa sino comprender ese caos, eso es la sabiduría. 
Pero, ¿somos sabios los profesores? O sea, ¿admitimos que ordenar el caos no es asignar lugares nuevos a las cosas? o, por lo menos , ¿enseñamos métodos para  comprender el caos y por tanto para que nuestros alumnos puedan ordenarlo mentalmente? ¿Intentamos formar sabios o solamente científicos?  He sabido este año  por nuestros alumnos de ciencias que no se les explica el principio de Heisenberg, que en palabra de Machado quiere decir más o menos  que nada es verdad ni mentira sino que depende del color del cristal con que se mira  y el de la navaja de Ockam, que dice que más o menos también  que para resolver un problema, la explicación más sencilla suele ser la correcta.  Pues yo sostengo que sin tener presente de alguna manera el principio de incertidumbre no se puede comprender una obra de arte, hacer un simple comentario de texto o comprender por qué se producen las corrientes de Foucault (mi profesor de fisica de bachillerato contestó  una vez que se producían porque dios lo habia querido así).

Aristóteles, que como todo el mundo sabe era un gran mistificador, nos enseñó a cambiar las cosas de lugar  asignándoles cajones y etiquetas, por ejemplo el de la física, el de la astronomía o la botánica y nos vendió la idea  (que en realidad solo   era un método de clasificar cosas) como un principio de ordenación del caos. Esos cajones todavía los conocemos como asignaturas y cada vez según avanza el currículo están más llenos de cosas, o mejor dicho de nombres, de palabras que designan a la cosa y que afortunadamente no son la cosa, porque la cosa todavía está y estará siempre formando parte del caos independientemente de en qué cajón pongamos su nombre.  Aunque a los ojos de dios siga siendo un pecado de soberbia, es vuestra tarea intentar  comprenderlo. ¡A ver cómo lo hacéis, con las malísimas herramientas que os damos! Cuidado con romperse un dedo o quemarse las pestañas.  Porque si no estáis dispuestos a cometer este pecado, ¿qué otros merece la pena cometer?