Thursday, April 06, 2006

Desocupado lector...

Desocupado lector:
Doy por supuesto que si estás leyendo es porque estás desocupado, es decir, que entiendo la lectura como puro ocio. Lo mismo da que yo sea una persona que vive en el siglo XVII que en el XXI. Sin embargo, es muy relevante cual sea mi oficio. Pienso que la lectura es puro ocio porque soy escritor y lo más apropiado en estos mis tiempos para entretener el ocio es la lectura de lo que entendemos por literatura, que, si no me da de comer quizá andando el tiempo y llegado el siglo XXI me dé la gloria que no me dieron, aunque conocidas, las campañas de Italia o de Lepanto, que tampoco de comer me dieron. Digo que la lectura es lo más apropiado para entretener el ocio si se persigue no sólo el contento del cuerpo sino del espíritu, que la lectura proporciona este contento porque satisface la curiosidad, enriquece el conocimiento, fortalece la moral y aviva el entendimiento. No seré yo quien desdeñe, amigo desocupado, todas aquellas acciones encaminadas a producir el contento del cuerpo como los juegos callejeros, las músicas y bailes que en bodas y reuniones de vecinos procuran las folías, zarabandas, gallardas y canarios y otros como los villancicos, polvicos, gambetas, y guineos y todos los otros bailes de cascabel siempre que no estén prohibidos como suele pasar por ser ejemplo poco edificante de costumbres libertinas. Pero, en resolución, amigo, si estás desocupado, procura en adelante estarlo más para poder leer aunque en estos tiempos en los que hasta los diablos son poetas o escritores y aun todos los poetas son diablos y se dan a la imprenta miles de títulos, pocos son los que leen, muchos los que escriben y más los que entretienen el ocio haciendo lo que no deben.

(Del prólogo de una edición antigua del Quijote sin lugar ni fecha de impresión que encontré en casa de mi abuela. Por la encuadernación parece que es del siglo XVIII)

Piratas

Un día vi a un pirata que llevaba un niño de la mano hacia su habitación alquilada en un edificio viejo del puerto. Estaba casi anocheciendo e iba envuelto en su gabán in tentando protegerse del viento. Caminaba a grandes zancadas por el barrio de los pescadores a orillas del mar. Cuando un pirata lleva un niño de la mano siempre es su sobrino porque los piratas nunca tienen hijos ni nietos puesto que no se casan nunca. La razón es que sus mujeres no pueden viajar con ellos en el barco y pocos días de su vida están en tierra. Así que un barco de piratas siempre es un barco lleno de hombres. Ellos se lo pierden. Como muchos piratas tienen una pata de palo y es muy difícil que ningún carpintero se la haga igualito igualito de larga que la de carne y hueso, todos los piratas con pata de palo cojean un poco. Así que todo niño que va de la mano de un pirata tiene que cojear también un poco para que los pasos de los dos sean iguales. Lo mejor es entrenarse un poco antes para no hacer el ridículo. Por ejemplo, se pone la pierna derecha todo lo tiesa que se pueda como si fuera de palo y se intenta andar como si nada. Hay que vigilar que no se doble por la rodilla, porque entonces no se cojea como un pirata, sino más bien como un pato mareado. En fin, si falla se repite otra vez un rato hasta que salga bien. Eso es entrenarse. ¿Adónde va un niño de la mano de su tío el pirata? Pues puede ir a varios sitios: al puerto, a enseñarle su barco, con su dos palos y su velas recogidas en las vergas, puede subirlo sobre un cañón como si fuera un caballito galopando sobre el mar e incluso agarrarlo en brazos y encaramarlo por los obenques a la cofa del trinquete. ¡Tío que me caigo! “Ningún sobrino de un pirata con pata de palo que valga más de un penique se cae sobre la cubierta”, le contesta su tío el pirata. “ No mientras mi pata de palo eche flores” Los piratas trafican con peniques y no con euros porque manejan dinero inglés cuando no se trata de monedas de oro. Cuando las monedas son de oro hablan de doblones, que eran unos antiguos euros españoles gordos como medallas de obispo. También bromean mucho con que su pata de palo eche flores, hojas e incluso manzanas. Pero hay una cosa que aterroriza a todos los piratas con pata de palo y es que la pata eche raíces. Con eso no sólo no bromean sino que no se quedan de pie mucho rato en ningún sitio, así que cuando no están andando o bailando se mueven como nerviosos o como esos gigantes que van sobre zancos en las fiestas de la plaza. Cuando un pirata sube con su sobrino a los más alto del trinquete le enseña a ponerse la mano en la frente para hacer de visera y mirar muy lejos, a guiñar un poco los dos ojos para agudizar la vista y distinguir detalles de otro barco o una isla lejanos o el chorro de vapor que lanzan al aire las ballenas. Luego lo baja también brazos hasta el castillo de proa descolgándose por el amantillo del juanete, saltan por el bao hasta el arranque del bauprés y le sienta bonitamente en la corona de Neptuno que a menudo conforma el mascarón de proa como si fuera un polluelo en su nido. El niño tiene que preguntarle a su tío el pirata casi obligatoriamente, tío, ¿la corona es de oro? y el pirata tiene que responderle que sí, que Neptuno sólo lleva coronas de oro porque es el Rey de los siete mares, y luego el sobrino le pregunta ¿tío, puedo yo ser rey de los siete mares? Y el pirata le tiene que responder también obligatoriamente: “claro que puedes, pero primero tienes que ser pirata como yo.” ¡Y cuando será eso, tío?, pregunta el sobrino. Cuando conozcas por su nombre cada una de las piezas de este barco, desde la punta del bauprés hasta el fanal del espejo de popa y cuando conozcas el nombre de cada cabo desde el amantillo de la bandera hasta los cadenotes del moco, responde el pirata. Y además tendrás que hacer en menos de un segundo cada uno de los treinta y cuatro nudos marineros que son necesarios para envergar una vela. Entonces tendré que estudiar mucho, dice el sobrino. “Mucho” responde el pirata. Y así se están un rato mirando el mar y la gente que pasa por el puerto con su carros de cajas de pescado, las señoras con sus canastas bajo el brazo llenas de frutas y verduras y las tiendas de lienzo para las velas y las tabernas donde cantan y beben ron , eso sí, con moderación, todos los piratas que en el mundo han sido y que por una vez en su vida pasaron sin pena ni gloria por aquel puerto.
Cuando ya se hace de noche, el pirata le dice a su sobrino, “vamos abajo, que te voy a enseñar una cosa”. Entonces, el pirata, agarra dela mano a su sobrino , abre la puerta del tambucho de popa y entra en la camareta del capitán, enciende todas las velas del candelabro que hay sobre la mesa y aparece la habitación más maravillosa del barco, con sus amplios ventanales que dan al espejo de popa, sus instrumentos de marear, su globo terrestre, la caja del catalejo, la percha del guacamayo que habla latín, las cartas marinas y todo aquello que un pirata necesita para vivir como un rey de su reino de madera. Pero lo mejor de todo esto, dice el tío pirata es lo que contiene este cofre. Entonces pone un cofre grandote sobre la mesa con mucho respeto y lo deja allí sin tocarlo. El sobrino del pirata le pregunta casi obligatoriamente, Y ¿qué es lo que tiene, tío? Y el pirata le responde también casi obligatoriamente: Mira, ahora es un buen momento para averiguar si puedes llegar a ser algún día un pirata tan famoso como yo. ¿Y cómo lo vamos a saber? ¿Sabes lo que haremos? Yo me volveré de espaldas y si tienes el valor suficiente abrirás el cofre tú solo y sabrás lo que contiene. Después lo cerrarás como si nada y nunca más hablaremos de él. Si haces esto, tú sabrás si puedes llegar a ser un pirata como yo, pero a mí no me digas si lo has abierto o no ni lo que has visto porque yo no lo quiero saber : dos piratas famosos no caben en los siete mares. ¿Comprendes?