Sunday, January 08, 2006

Hoja nº 10 de mi cuaderno de bitácora

Hoja nº 10 de mi cuaderno de bitácora


Estaba yo sentado frente al televisor medio adormilado después de comer, cosa que me sucede a diario. Una pareja se debatía en algún desencuentro como suele suceder en las películas, que en eso consiste muchas veces el argumento. El sopor no me permite identificar sus caras ni sus nombres ni en qué consiste ese desencuentro que percibo sólo por el tono del diálogo. No sé si ella es rubia como casi todas las actrices americanas o si lleva pantalones y un jersey ancho y de mangas largas que le cubren buena parte de las manos como a mí me gusta, porque no me digno abrir los ojos. No me importa tal desencuentro ni cómo lo van a resolver. Además, por la hora en que ponen la película no debe ser una gran estrella de la pantalla . A estas horas tempranas, las actrices suelen ser tan buenas como es habitual pero maduras o poco agraciadas físicamente y muchas veces desconocidas , cosa que sin embargo da cierto tinte de verosimilitud a las películas. Es la hora didáctica de la televisión, en la que se ejemplifica sobre la resolución de conflictos a menudo familiares: malos tratos, alzeimer, desigualdades sociales, etc. Con el murmullo de fondo me doy cuenta de que tengo que cortarme las uñas y de pronto, por alguna asociación de ideas fortuita tengo la revelación de que no recuerdo cómo son tus manos, que aparecen como borrosas en mi memoria o mejor, que aunque me esfuerce sólo las supongo como existentes pero sin poder adjudicarles una identidad definida, como si llevases siempre unas manoplas que las hacen invisibles o las escondieses totalmente en esos jerséis de manga larga que a veces llevan las chicas de las películas cuando se visten para estar por casa y que les dan cierta fragilidad . Puedo recordar bastante fielmente otros rasgos pero he notado con cierta alarma la carencia en mi memoria de alguna sensación que se relacione con ellas, cosa de la que probablemente no soy único responsable, pero que me ha hecho sentir culpable de no haberme fijado, de no haber tenido en cuenta el valor representativo de todas las potencias del cuerpo y la mente de las que las manos son término y a la vez mediación. Qué cosas me pasan. Querido cuaderno: en adelante prometo fijarme más en todo.