Friday, April 22, 2016
Leoncio charla con su robot
Saturday, August 15, 2015
Crónica de Galera
Yo no vine a Comala, digo a Galera, sino que me trajeron. En realidad casi me secuestraron porque me dijeron que Comala, digo Galera, era un pueblo de Granada y pensé que podía ser un lugar interesante. Galera está tan lejos tan lejos que allí no llegan las ondas de frecuencia modulada de la radio y la televisión es en blanco y negro. En onda media solo se escucha a retazos Cuarto Milenio, el programa de Iker Jiménez hablando del misterio de una momia. La voz aparece y desaparece por momentos como si las ondas las transportara un viento racheado más propio de los desiertos y las estepas que de tierras de cristianos. Lo curioso es que moviendo el dial se escucha el mismo programa en francés y en árabe. En la televisión solo se ven dos canales y en uno y otro aparece siempre a la misma hora un presentador de telediario que fue “desterrado” a Canarias por dar una noticia desfavorable al gobierno, Pedro Macía se llama. Algunos dicen que alargaba con maestría de locutor el acento de los adjetivos socialista y comunista hasta convertirlos en calificativos desdeñosos. Pero en el poco rato que le escuché no aparecieron. Viendo el telediario parece como si las ondas de la tele emitidas en los 70 en Madrid hubieran elegido el camino más largo y, dado la vuelta a la galaxia, están llegando ahora a Comala, digo a Galera. No se me ocurre otra explicación porque vi algo parecido en una película y en mi ignorancia de las telecomunicaciones me parece algo razonable.
Cuando nos acercábamos a Galera, cosa que no pasaba nunca porque siempre quedaban ochenta kilómetros, mi secuestrador me dijo, mira, allí está Galera. Yo miré pero no vi nada, solo estepa y más estepa y al fondo pequeñas montañas con aspecto estepario. Me pareció que en cualquier momento aparecería John Wayne arreando una caravana de carretas o una punta de vacas polvorientas, polvorientas las vacas y las carretas, no John Wayne que, aunque acomplejado por tener nombre de mujer, se llamaba Marion, siempre estaba perfectamente peinado y con la cara recién lavada. Pero no, apareció la torre de una iglesia o mejor la sombra de una torre rodeada de tejados grises que pertenecían a casas grises más o menos ordenadas entre calles grises, un gris claro que forma la estepa de yeso que se formó en el triásico y que el sol arranca destellos a los cristales que aparecen a flor de tierra.
Del antiguo lago que inundaba estas tierra solo quedan dos pequeños ríos o arroyos grandes que confluyen bajo el Puente de Hierro, o mejor de su sombra, que sacó al pueblo de la edad del bronce. Pero solo parcialmente, porque una parte de sus habitantes aún lo hacen en cuevas excavadas en el yeso como en aquellos tiempos en que las pirámides de Egipto estaban en plena juventud.
Todas las sombras del pueblo me saludaron al llegar. La primera fue la de la vecina cotilla que por casualidad o mejor, por su virtud, se llevó la primicia de nuestra llegada. La segunda fue la de la bodega de la casa y hacienda de mis secuestradores. La bodega es la sombra más perfecta del pueblo porque es la sombra de otras sombras. Al pisar el suelo , la primera sombra se removía como cuando se camina sobre un colchón de agua dejando la otra inquieta pero fija al suelo, quizá sobre otras mil capas de sombra. Allí reposaban adosadas a las paredes las sombras de las tinajas de barro cocido, de los aperos, de la piquera abierta a la calle, de los que se movieron entre el aire dulzón y picante de los mostos en fermentación.
En la planta noble de la casa un único objeto real; lo supe porque además de no proyectar sombra, un quinqué de techo de estilo modernista o decó, que nunca los distinguí, me besó en la frente con uno de sus adornos retorcidos y me dijo, aquí estoy, soy de hierro y cristal, mírame y advierte que mi historia es tan larga como la más larga de cualquier sombra y mucho más noble: los objetos de mi generación aparecen en los libros de historia del arte más conspicuos. En efecto, colgaba con toda la dignidad posible de uno de los revoltones del techo. Yo le hice una pequeña reverencia y en señal de reconocimiento familiar unas sueves cosquillas al remover la ruedecilla que hace subir y bajar la torcida. Creo que me lo agradeció porque emitió una luz brillante aunque un poco fría como intentando respetar el silencio de las sombras.
La subida hacia la cámara por la escalera de manperlanes de pino empezó a revelar a los primeros escalones las sombras de los montones de maíz, patatas, higos secos y almendras de antiguas cosechas, sacos de fertilizantes y piensos; las cuentas de balances, hechas en la pared por el antiguo administrador de la casa y hacienda y, en general, la sombra de una prosperidad sujeta al capricho del clima y siempre al borde de la subsistencia.
Cuando mis secuestradores empezaron a perturbar mi paz moral fue al plantearse qué se podría hacer para huir del calor estepario y examinadas todas las aternativas, se estimó como la más conveniente tomar unas cañas con sus tapas al caer la tarde, actividad que se prolongó hasta altas horas de la madrugada. Mis principios no me permitían semejante disolución de costumbres, de ahí que sintiera alterada mi paz moral, expresión que a mis secuestradores les parecía exagerada y un tanto injusstamente acusatoria. Hasta las sombras borrachas de unas guiris borrachas ya entradas en años y que conducían un Porsche descapotable rojo y blanco se recogieron antes que nosotros todas las noches que duró mi cautiverio.
Otros métodos de tortura usados por mis secuestradores fueron el tomar café a las tres de la tarde en casa del Albino, que no era tal sino casi pelirrojo, hacer el viacrucis de semana santa a las seis de la tarde y escuchar la charla de la encargada del museo local.
El bar del albino, por supuesto carecía de aire acondicionado, y probablemente tenía la sombra de un ventilador pequeñito y renqueante. Estaba muy orgulloso según supe de no haber cambiado aún su cafetera de brazo actual por una automática y hasta hace menos de veinte años tuvo una La Pavoni que hubo de retirar con gran dolor de su corazón porque ya no encontró piezas de repuesto. Las sombras de los jugadores de dominó y cartas , como buenas e insomnes sombras se las notaba claramente inmunes a los rigores de los cuarenta esteparios grados del bar.
Haciendo la ruta del viacrucis que rodea un cerro de yeso llegamos a las cuevas donde vivían las sombras de la Chata y de la Trabuca, mujeres trogloditas que en su día fueron robadas por sus maridos con su consentimiento aunque sin tener donde pasar la noche de bodas ni las siguientes hasta tener el perdón del padre. Las sombras del hambre y de la historia.
Una peculiaridad del pueblo son los nombres de las cosas y de la gente. Cada nombre tiene su sombra: La Posá, o bar Manolo se llama El Pollo, el bar El Cazador, El Miguel... La gente hace cosas como agramar y amajancar, a veces comen albercoques arrebolaos y otros desatinos.
La Chata y la Trabuca, El Arrastrao, Mediablusa, El Bazeño, el Miñarro y otros como los Venteo, son sombras de los nombres de las sombras que pueblan las calles y cuevas de Comala, o sea de Galera. Que dios les guarde.
Tuesday, May 05, 2015
Saturday, June 21, 2014
Al principio fue el caos
Al principio y al final fue el caos
Wednesday, August 20, 2008
Poderes
Aunque nunca lo he confesado, uno de mis poderes es el de la adivinación del futuro. Pero ya que me lo pregunta.. Es un don que heredé de mi abuela que si bien tenía varios los perdió cuando un día mató una culebra. A mí solo me transmitió uno que además tiene un carácter peculiar porque no puedo adivinar lo que va a pasar sino lo que no pasará. A ver si me explico bien. Mi facultad consiste en que si quiero que algo no pase , me lo imagino con toda clase de pelos y señales y sencillamente no pasa. No quiero decir que alguno de los detalles que he inventado no se cumpla o que aparezcan desordenados, no, es que no pasa el hecho en sí. Un ejemplo: cuando me enfrento a un examen y ya tengo la hoja en blanco y el bolígrafo preparado pienso : ahora el profe nos dará una fotocopia y nos pedirá que contemos la batalla de Waterloo, contexto, causas y consecuencias. Naturalmente, elijo este tema porque no tengo ni una remota idea de cómo ni por qué pasó lo que pasó en aquel lugar. Pues bien, la pregunta no es que aparezca como “La batalla de Waterloo: participantes y resultados”, no, simplemente no sale. No está en la lista de preguntas. Y todo porque yo conjuré la suerte, yo creo que la voluntad de la profesora de historia, para que no me tuviera que meter en aquel jardín de explicar racionalmente cómo en dos días de batalla se produjeran más de cien mil bajas entre los franceses y sus enemigos. ¿ habrá algún libro que realmente pueda explicar esto de forma racional ? Yo creo que es imposible, así que pasé de estudiar el tema por ahorrarme las tonterías que seguramente dicen, y como no me apetece que me suspendan pues ... En eso consiste mi poder y admito que lo manejo a menudo , pero es que en los exámenes nos piden unas cosas...
¿Y cuales eran los poderes de tu abuela, si puede saberse?
Ah, los poderes de mi abuela eran mucho menos prácticos. Quiero decir que estaban, no sé, como entre la poesía y la magia, ¿me entiende? Por ejemplo, mientras dormía podía hacer que la colcha se enrollase sobre sí misma como una alfombra, pero desde un pico, no desde un borde, hasta acabar en el opuesto y aparecer de pie, apoyada en un rincón de la habitación. Luego, por la mañana, tiraba del pico y la desenrollaba con toda facilidad sobre la cama.
Bueno, también tenía un valor práctico, ¿no?
Bien mirado, sí, pero ella no lo hacía aposta, quiero decir que se maravillaba por la mañana de encontrar así la colcha como si no hubiera sido ella quien se lo hubiera mandado hacer, quiero decir a la colcha. También podía ver luces que viajaban por el río y subir a la copa de los chopos y conversar tranquilamente con su madre aunque era totalmente sorda.
¿Y, cómo fue aquello de la culebra?
Pues fue que mi abuela, que tenía una huerta arrendada en La Tobilla un día mientras regaba los pimientos y los tomates le dio un golpe con la azada a una culebra que merodeaba por allí y la mató.
¿Y?
Pues que el hortelano que le arrendó la huerta fue quién le transmitió los poderes un día que le dijo, María tu verás maravillas, pero si ves alguna vez una culebra cuídate mucho de tocarla siquiera. Sin embargo si quieres hablar con ella, puedes hacerlo, eso sí, con todo respeto.
¿Y?
Pues que la culebra es como un totem, todo el mundo lo sabe, un protector o más bien facilitador . Si matas al tótem te quedas no sé como huérfano. El profe de física les llama catalizadores, pero se refiere a productos químicos solamente, si los profes tuvieran la mente más abierta...
Volviendo al tema de la adivinación, ¿Es así como sacas esas notas en todas las asignaturas?
¿Cómo?
Pues como tú dices, conjurando la voluntad de los profesores.
Bueno, más o menos.
¿También influyes, por decirlo de alguna manera en lo que explican y en lo que no?
Ah, no, no podría ser tan borde.¡Cómo les voy a limitar su libertad de cátedra como ellos dicen! Además, cómo podrían disfrutar de su trabajo si no pudiesen contar todo lo que saben, pobrecillos.
Entiendo, bueno, mira te he llamado porque tu tutora, Concha Espinosa, me ha dicho que hablara contigo por si querías entrar en el programa de sobredotación intelectual, pero me da la impresión, así, sin más evaluación psicopedagógica, de que no te va a interesar mucho, así que.. Ya hablaré yo con ella, ¿vale?
Friday, April 06, 2007
La república de las gallinas o Esplendor y ocaso del gallo Tadeo
En mi casa tenemos un corral de gallinas. También tenemos almendros, pinos piñoneros, chopos y setos, membrillos que mi padre cambia por patatas o por lo que sea y un laurel gigante que parecería la torre de la iglesia si mi casa fuera una iglesia. También tenemos una piscina y un horno para asar cordero de Segovia, que según parece, este cordero sólo se puede comer si se asa en ese horno y se reúnen quince o veinte personas. Supongo que también tenemos donde dejar las bicicletas y los juguetes por ahí tirados sin que molesten mucho porque no nos dan demasiado la lata con eso de recogerlo todo. Pero lo más importante de todo es el gallinero. Me han dicho los mayores que las gallinas tienen una organización social y política parecida a la de las personas y que antiguamente, una república era cualquier organización útil para mantener la paz y la concordia. Por eso quería yo hablar de la república de las gallinas; porque como ya soy un poco mayor, me he dado cuenta de que en mi casa tenemos una organización sí, pero no parece que sea como la de las gallinas. Nosotros funcionamos de otra manera, creo.
Resulta que en mi república de las gallinas, o sea en mi corral, hay diez o doce gallinas y dos gallos. Son los gallos de la saga de los Tadeos, o sea Tadeo padre y Tadeo hijo que a su vez han sido hijos de otros gallos que por comodidad nuestra también se llamaban Tadeo. Es que, cuando un gallo es todavía jovencito se le distingue bien de su padre y se puede llamar tranquilamente Tadeo hijo, pero cuando se hace mayor ya no es tan fácil, porque aunque las gallinas viven con nosotros no vivimos juntos, y las relaciones son distantes aunque cordiales. Como sucede que sin que tenga yo una explicación coherente hasta ahora , uno de los dos desaparece, siempre queda otro que, como es natural, pues se llama Tadeo. Así que siempre hay como mínimo un Tadeo. La saga de los Tadeos.
El problema es cuando hay más de uno y esta es la cuestión que relaciona la república de las gallinas con la necesidad aparente de la existencia en mi corral de un solo Tadeo.
Por lo que he podido colegir hasta ahora y he consultado todas las fuentes a mi alcance y espiado conversaciones y movimientos, todo parece indicar que no puede haber una república gallinácea con más de un gallo, llámese o no Tadeo, que esto a todas luces es irrelevante . Las pruebas más contundentes las he reunido en mis últimas observaciones. Sucedió que mientras Tadeo hijo andaba casi por al año de edad le creció una cresta roja y enhiesta como la de mi hermano mayor y se le iluminaron las plumas de las alas con irisaciones de los siete colores. Además, la cola se le extendió como un abanico negro y se dispuso a usarla para emitir señales como las coquetas de antaño según dice un manual antiguo de relaciones sociales que tiene madre en un arcón. Pero lo mejor de todo es que le aparecieron en las patas unos lindos espolones parecidos a los del velociraptor que tengo en mi baúl de dinosaurios, monstruos galácticos y héroes de la maldad cósmica. Este último hecho no carece de importancia porque noté que usaba los espolones con gran destreza para doblegar a las gallinas más jóvenes cuando Tadeo padre estaba distraído picoteando por aquí y por allá. En estos casos, dejaba su recreo con gran alarma de revuelos y carreras y perseguía con saña a Tadeo hijo por campo abierto hasta debajo del seto o allá donde se escondiese y le propinaba unos buenos picotazos en la cresta. La situación se prolongó algunas semanas con evidente menoscabo de la paz y orden republicanas: unas veces parecía que habíamos sufrido un ataque de alguna zorra de la Atalaya y otras que se había eclipsado de pronto el sol, tal era el griterío que organizaba el coro de gallinas ante la violenta desatada. No tengo bien contrastado este último dato, y espero que no sea fruto de mi malevolencia, pero hay indicios de las gallinas asumían con cierta complacencia la rivalidad entre Tadeo hijo y Tadeo padre, sobre todo cuando aquél plantó cara en campo abierto a su padre y se enfrentaron dando algunos saltos al aire sin llegar a las manos, quiero decir a los espolones.
Parece ser que, según se explica en la clase de cono, ninguna organización social es totalmente autónoma: al lado hay otras, como mi familia, que se ven afectadas por algo que mi seño llama el efecto mariposa. Yo no sé que tendrá que ver, pero ante tamaño desorden en el gallinero mi padre, que según me enseñan sería algo así como el departamento de exteriores del estado dominante, aprovechando que nos visitaban los abuelos decidió intervenir en la regulación política de la república de las gallinas de una manera aparentemente incomprensible: comeríamos arroz con pollo. Aprovecho para decir que las relaciones causa - efecto en el mundo de los mayores no se producen igual que en la clase de conocimiento del medio. Allí los ejemplos están bastante claros aunque a veces vengan cogidos por los pelos, pero en el mundo de los mayores se requieren observaciones más amplias que ayuden a sacar conclusiones que, sin embargo, no siempre resultan evidentes. En resolución, que para comer arroz con pollo, mi padre atrapó con una sacadera de su equipo de pesca a Tadeo padre, lo metió en un saco infamante como un delincuente ya ejecutado y con esta sencilla aunque lúgubre ceremonia fue destronado o destituido como pontífice máximo. Naturalmente esto implicaba la ascensión automática al poder supremo de Tadeo hijo. Pero en el mundo de los mayores las cosas no son tan sencillas. Cuando mi abuela se acercaba al saco con una balde de aguar hirviendo para proceder al procesamiento del cuerpo de la víctima, Tadeo padre, de un salto más que notable se escapó del saco y corrió a esconderse entre el seto. Cundió la desolación por la cocina aunque me consta que algunos, y juro que yo no fui uno de ellos, se alegraron de la perspectiva de que la intendencia familiar tuviese que optar por llamar a telepizza para solucionar el problema.
Una organización política con experiencia y buen hacer necesita recurrir en estos casos a tácticas y estrategias para conseguir sus fines. Nosotros somos gente civilizada, no como otros que las primeras acciones que se les ocurren son las más devastadoras. La situación no aconsejaba declarar proscrito a Tadeo Padre y que allá se las hubiesen los aliados ni mucho menos invadir el gallinero inocente. Las gallinas fueron liberadas del gallinero para que campasen a sus anchas y atrajesen fuera del seto a Tadeo padre. Pero este, que sabía más por viejo que por gallo, hizo la vista gorda ante las provocaciones que Tadeo hijo le infería sometiendo en su presencia y hasta el atardecer a cuantas gallinas quiso. Sin embargo cuando empezaron a retirarse hasta el gallinero, Tadeo padre empezó a dudar. No soportaba que Tadeo hijo organizase la retirada y acomodación de su feligresía en los palos del gallinero sin ambages y se aprestase a pasar la noche en un lugar preferente: su lugar. Así que bonitamente, salió del seto, dio unas cuantas vueltas como disimulando y, ya cerca del gallinero, emprendió una carrerita muy digna y se colocó en su puesto de mando. Justo en ese momento le cayó encima por segunda vez la sacadera y le llegó el doble ocaso: el del día y el de su esplendor de gallo patriarca. Yo me llamo Genaro y a mi seño de Cono no le puedo contar estas cosas porque dice que divago.