Mientras que nosotros aún podemos sentir nostalgia de la
nada
tú, Marifer, ya
has alcanzado el consuelo de lo eterno.
La pinza de plomo radiactivo te atenazó con toda su saña al
final de tu tiempo
pero antes te acarició el rostro la brisa del mar y de la
montaña;
te humedeció la piel la niebla esteparia de todos los
noviembres
y te la tiñó de bronce el sol de todos los veranos.
Tuviste como regalo los mejores amaneceres y los más bellos
ocasos,
las tormentas más furiosas y las calmas más
placenteras.
Tuviste amigos y familiares y junto con Guillermo dejaste
dos testimonios,
Sara y Daniel, que nunca podrán negar ante un juez por venal
que sea
que te vieron
más alegre que triste, más feliz
que desafortunada.
Los que estuvimos contigo tenemos otra frontera, otro vacío:
mientras que nosotros
aún podemos sentir nostalgia de la nada
tú ya has alcanzado el consuelo de lo eterno.