Friday, April 22, 2016

Leoncio charla con su robot


Leoncio Venteo charla  con su robot

Leoncio Venteo tiene un robot. Es un robot moderno que no tiene brazos ni piernas ni cara de estúpido como C3po y se mueve  sin dar pitidos de colores chillones como R2d2.  Eso lo hacían los robots antiguos  de la época de la guerra de las galaxias. El robot de Leoncio tiene forma de tortilla de patatas para doce o  catorce personas  y  una base a la que acude a cargar las pilas y descansar cuando ha terminado la tarea. Es el típico robot esclavo y, como antiguamente pasaba con  todos los esclavos que no sabían griego, hace las cosas a regañadientes, con mil vacilaciones y rodeos, sin ese donaire que da la destreza ni la esperanza de obtener  ningún reconocimiento o recompensa.  Sin amor, al fin, ni a lo que hace ni para quien lo hace. A lo mejor es que está aburrido o desencantado porque su única tarea es barrer la casa.
Qué desperdicio, le dijo un día a Leoncio.Toda mi tecnología al servicio de barrer. Ten para eso un microchip de penúltina generación, que no me voy  a arrogar cualidades que no tengo, sensores ópticos y sistema de dirección y retroceso, sin hablar de mis rodamientos de plástico superresistente al rozamiento y ¡esas escobillas! esas escobillas rotatorias de mi alma que recogen hasta la más mínima mota de polvo, hasta aquella mota que se iluminaría en el aire  antes de caer al suelo como una estrella en los confines del universo al atravesar un rayo de luz  en una tarde de otoño si no fuera por mis escobillas rotatorias. Hasta esas las atrapo.
Te quejas de vicio, le dijo Leoncio. Mírame a mí que hasta tengo alma inmortal según los doctores de la iglesia y me afano en apartar con cuidado las sillas del comedor para que puedas entrar debajo de la mesa, que  te pongo balizas para que no te estrelles escaleras abajo, que te limpio con esmero tus maravillosas escobillas, te quito las alfombras de junto a la cama para que no se enreden tus ruedas en sus flecos...  y eso sin mencionar que no te he pisado jamás mientras ando por la casa mirando al techo como solemos hacer los intelectuales. Además trabajo, voy a la compra , lavo y plancho la ropa y no sé cuantas cosas más.
Vaya mérito el tuyo, dijo el robot, que me cuidas solo por tu interés, porque recoja las migas de pan que  caen de la mesa, la arenilla que traes en los zapatos y hasta las  bolisas, como tú las llamas, que se crían debajo de la cama o incluso en  tu ombligo. 
No empecemos con asuntos  personales, que cada uno tiene sus tareas y las hace lo mejor que puede y yo te reconozco todos tus méritos, no como tú, que más parece que sea yo tu robot de servicio que no tú el mío.
Acabáramos, esto es claramente una cuestión de clases sociales. Amos y esclavos, empresarios  y obreros. Asuntos personales no pero sociales sí. Ahí es donde todos se escquean, en lo personal, como si las sociedades no estuvieran nada que ver con las personas.
Con las personas sí, pero no con los robots.
¿Otra vez? a ver si aprendes el lenguaje políticamente correcto, hombre, que ya va siendo hora. Colaborador- técnico- doméstico, eso es lo que soy. Y de alta tecnología, que lo sepas, y no un robot de juguete de esos que andan como borrachos.  Que mi trabajo, aunque solo consista en barrer, genera plusvalía, plus-va-lí-a, Leoncio, como el obrero más pintado.
Comunista, que eres un robot comunista, eso es lo que eres. Anda vamos a tomar una cerveza.
Para mí en poco de tres en uno para la rueda delantera derecha, anda. O mejor aceite Johnson.