Al principio y al final fue el caos
Las primeras palabras de El Génesis hablan de que al principio fue el
caos. Por eso se llama el Génesis.
Lo que no dice es que después y ahora y siempre sigue siendo y será el
caos. Ordenar el caos es una
actividad que se arrogaron los humanos en el momento en que tuvieron el cerebro
suficientemente grande. Esta
arrogancia le molestó mucho a dios y la calificó como pecado de soberbia. Y nos
echó del paraíso. Y es que lo es,
pues no es cosa baladí;
ordenar el caos, nada menos, hay
que tener cuajo para semejante tarea.
¡Fuera de aquí! Nunca más podréis disfrutar de la sombra del árbol de la
ciencia , dijo. Pero bueno,
sois mentecatos y tercos y si
queréis trabajar en esto, en descifrar
la fórmula para ordenar el caos, os daré el pensamiento. Allá vosotros. Y nos fuimos del paraíso
con la única fibra textil del pensamiento que nos permitió tejer el vestido de
la inteligencia. En los primeros
pasos que dimos supimos que el caos consiste en que cada cosa ocupa un lugar y
el principio de orden es saber cual es el lugar de cada cosa. Esto es lo que
llamamos ciencia. Saber por qué cada cosa ocupa un lugar y no otro es la
filosofía y finalmente,
admitir que ordenar el caos
no es asignar lugares nuevos a cada cosa sino comprender ese caos, eso es la
sabiduría.
Pero, ¿somos sabios los profesores? O sea, ¿admitimos que
ordenar el caos no es asignar lugares nuevos a las cosas? o, por lo menos ,
¿enseñamos métodos para comprender
el caos y por tanto para que nuestros alumnos puedan ordenarlo mentalmente?
¿Intentamos formar sabios o solamente científicos? He sabido este año
por nuestros alumnos de ciencias que no se les explica el principio de
Heisenberg, que en palabra de Machado quiere decir más o menos que nada es verdad ni mentira sino que
depende del color del cristal con que se mira y el de la navaja de Ockam, que dice que más o menos
también que para resolver un
problema, la explicación más sencilla suele ser la correcta. Pues yo sostengo que sin tener presente
de alguna manera el principio de incertidumbre no se puede comprender una obra
de arte, hacer un simple comentario de texto o comprender por qué se producen
las corrientes de Foucault (mi profesor de fisica de bachillerato contestó una vez que se producían porque dios lo
habia querido así).
Aristóteles, que como todo el mundo sabe era un gran
mistificador, nos enseñó a cambiar las cosas de lugar asignándoles cajones y etiquetas, por ejemplo el de la
física, el de la astronomía o la botánica y nos vendió la idea (que en realidad solo era un método de clasificar cosas)
como un principio de ordenación del caos. Esos cajones todavía los conocemos
como asignaturas y cada vez según avanza el currículo están más llenos de
cosas, o mejor dicho de nombres, de palabras que designan a la cosa y que
afortunadamente no son la cosa, porque la cosa todavía está y estará siempre
formando parte del caos independientemente de en qué cajón pongamos su nombre. Aunque a los ojos de dios siga siendo un
pecado de soberbia, es vuestra tarea intentar comprenderlo. ¡A ver cómo lo hacéis, con las malísimas
herramientas que os damos! Cuidado con romperse un dedo o quemarse las
pestañas. Porque si no estáis
dispuestos a cometer este pecado, ¿qué otros merece la pena cometer?